Flujo & Sturm

No escuchó la advertencia y entro en esa casa. Allí reunidos estaban todos los gozadores de la ciudad, decenas de sonrientes y sibaritas comensales lavándose el cerebro mutuamente. Rodeados estaban de escurridizas y bien aceitados mujeres y hombres desnudos, brillantes en sus cuerpos perfectos. Nada que le hiciera cambiar de parecer. Tendido en una butaca, lleno de drogas, moviendo los ojos al ritmo hipnótico de la música, rodeado de los cuerpos de mujeres hermosas y extasiadas como él. Sin expresión millones de caras como la suya deambulaban por la umbra de ese lugar, fantasmas de si mismos, hundidos en los cuernos del demonio del hedonismo. Una mascara de felicidad que todos tenían, vacíos como recipientes del vampiro Hedon, cerdos alimentados por su propio ego y drogas. ¿Por qué te convertiste en eso? Nunca escuchaste la advertencia, hay que amar el goce, amar el amor del sexo, buscar la iluminación en el éxtasis, no ser un gozador, que vive hundido en pesadillas monocromáticas que llama “orgasmos”. Cada día te pudres más en tu teatro, ya no eres más que un cerdo perdido, engordado y listo para el sacrificio en las manos de tu carnicero, tu propio ego.

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