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Hasta hace no mucho tiempo, el valor de las cosas estaba dado por lo raro que fuera el objeto en cuestión. De hecho el dinero en un principio valía exactamente de lo que estuviese compuesto (oro, plata, sal, etc...), hasta que a mediados del siglo XX el valor del dinero, y por ende de las cosas en nuestra economía "monetaria", paso a depender de la especulación.
Cuando el valor de algo estaba intrínsecamente ligado a lo raro que este fuese, o lo útil que podría ser, la gente valoraba muchísimo más el objeto en si. Por ejemplo hasta el siglo XVIII la sal era extremadamente difícil de obtener y muy cara, por ende era valiosísima y extremadamente necesaria para conservar y sazonar alimentos. La gente no derrochaba o especulaba con la sal, sino más bien la apreciaba como don raro y único. Asimismo el caucho, las especias y un largo etc.... Viendo esto en perspectiva, nos hemos ido insensibilizando con respecto al valor intrínseco de cada objeto que tenemos. He visto gente tirando pilas como si nada, rompiendo celulares, derramando sal o, como el chiste de quino, lanzándose pan. Han perdido la noción de lo raro que son los materiales que están compuestos, por ejemplo baterías de mercurio o litio, o en el caso del pan, del largo proceso de cosecha, proceso y hornero. Asimismo con la madera, el papel, la tinta y un largo etcétera de objetos que hoy en día utilizamos cotidianamente. La sociedad de consumo nos obliga como paradigma y credo que todo es desechable y que es más barato comprar uno nuevo. El valor ya no va por lo raro del material o, especialmente, por lo útil del objeto sino que lisa y llanamente por el valor que la especulación le da. El día que como sociedad logremos volver a darle valor a las cosas, valor real, podremos resolver nuestro conflicto de sobre consumo y, probablemente, contaminación. 

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MY BIRTHDAY PARTY!!! 

Comentarios

Kathe Steinmetz dijo…
me encanto, un gran análisis en pocas palabras! quererte!